Con esta obra abrimos este
espacio de reseñas de libros. Decidí comenzar con un clásico que leí
recientemente, publicado originalmente en 1908 por la escritora canadiense Lucy
Maud Montgomery.
Esta escritora es sumamente
reconocida por la obra de Anne, que contando con 8 libros en total narra la
vida completa del personaje, pero también escribió numerosas obras
autoconclusivas de cuentos y poesía, y la menos conocida trilogía de “Emily”,
que ella considerara algo así como una obra autobiográfica, aunque obviamente
Anne también tiene mucho de la escritora.
La autora
“Anne, la de Tejados Verdes” es el
primer tomo de la historia de Anne. Probablemente la conozcan por alguna de sus
innumerables adaptaciones a televisión, teniendo incluso una adaptación al
anime.
Esta obra nos introduce en un
primer capítulo a través de una vecina chismosa que visita la granja de
“Tejados Verdes”. El primer capítulo, si bien puede atraernos poco, no es más
que la introducción la cual nos permite ver lo que se respira en la pequeña
comunidad rural, donde está instalada la granja, que da el nombre al libro. El
pueblo se llama “Avonlea”, y se encuentra (ficticiamente) en la “Isla del
Príncipe Eduardo” al este de Canadá.
El aire sumamente conservador y
moralista de la comunidad nos es trasmitida por Rachel, la vecina mequetrefe,
que visita a los hermanos Marilla y Matthew Cuthbert, que por lo que deja
entrever, son unos solterones ya algo viejos. Ellos precisan ayuda para
cultivar en la granja, y una conocida les da una idea radical: Adoptar un niño
huérfano del orfelinato de Nueva Escocia, para que ayude con las tareas
diarias.
Pero cuando Matthew se dirige a
la estación de tren se encuentra con algo que no se esperaba, si bien el
niño tiene entre 11 y 12 años como ellos solicitaron, no es un varón, sino que
es una señorita, flacucha, de ojos saltones, pecosa y con un alarmante y
pecaminoso pelo rojo.
Aunque una característica resalta
sobre todas las demás y nadie puede olvidar y es que: No para de hablar. Usando
palabras rimbombantes y hablando continuamente del esplendor de la naturaleza
que encuentra en la hermosa campiña de Avonlea. Matthew, que no habla mucho, se
encuentra encantado con la dulce jovencita, pero cuando llegan a Tejados
verdes, la estricta Marilla no estará tan encantada como él.
Primer encuentro con Matthew
y hablaba por los codos.
Marilla desea devolverla, no fue
lo que pidieron, por lo que toma a la niña y la lleva con quien hizo el
“encargo”, la señora decide que puede entregársela a otra doña a la que nunca
le viene mal un par de manos extras para las labores de la casa. La mujer es un
monstruo, y el sentimiento de culpabilidad no le permite acceder a Marilla,
quien decide finalmente quedarse con la niña, y poner recta a la soñadora empedernida
de Anne Shirley.
Anne está encantada con un hogar
rodeado de una naturaleza de ensueño, su imaginación le permite que todo sea
aún más encantador con creaturas mágicas y un cuarto salido de un palacio, pero
Marilla la traerá a la realidad y le enseñará las labores de la casa, la
mandará a la escuela local y como corresponde en la época: a la iglesia.
Me resultó un libro devorable,
comencé con un poco de desconfianza, esperando unos “padres” adoptivos
terribles pero me encontré desde un arranque con gente buena que sólo eran estrictos, y temía que el parloteo
incesante de Anne terminara repeliéndome, pero me terminó pasando como a la
gente del pueblo, fui cayendo ante su encantadora personalidad, disfrutando de
su picardía, de sus aventuras, de su imaginación, y de sus mil y un errores
generando tantos accidentes que le sirvieran de lección, a veces por
habladurías de más o imaginaciones descontroladas.
El libro en si es disfrutable por
el relato mordaz de la escritora, que agrada tomándole el pelo a sus propios
personajes, y que nunca deja la sátira de lado poniendo a su protagonista o a
los demás interventores en las más locas situaciones que pudiera pensarse para
la época.
También es interesante meterse en
el contexto de la obra y pensar en cómo a principios del 1900 las niñas podían
ponerse metas educativas, aunque fuera solamente de convertirse en maestras
pero se planteaba la idea de llegar a ser independientes y aspirar incluso a mayor
nivel educativo. Por otro lado me sorprendió como podían jugar con la vida de
un niño huérfano, cuando al comienzo plantean que simplemente si a uno no le
gustaba lo podía “devolver al asilo” o entregárselo a alguna “alma caritativa”
que requiriera de un empleado para las labores de la casa y no le quisiera
pagar más que con un colchón y comida. Los prejuicios de la época que plantea
la autora sobre los huérfanos me resultaron de lo más disparatados, no sé si
ella quería plantear la mente cerrada de ese tipo de gente de campaña, o si
simplemente venía como nota humorística, con los temores de que pudiera
prenderles fuego la casa o alguna otra aberración similar.
Sobre el final me pasó algo que
no me esperaba, ya que más que robarme sonrisas no había hecho, y es que llegó
a conmoverme con cosas tiernas y buenas, pero también me emocionó con otras no
tan tiernas y tampoco buenas. Y me dejó un vacío cuando al pasar la última página
fue como un “¿terminó? ¿Ya está?” sentí como que me estaba despidiendo de una
amiga a la que le tomé muchísimo cariño, precisaba seguir viendo como esa Anne
que llegó con unos 11 años a la granja de Tejados Verdes ahora tiene unos 16
años, y está por perseguir nuevos rumbos y yo necesitaba ver cómo iba a seguir
con su vida, qué iba a ser de ella, y mil preguntas se dispararon. Si me
encuentro con otros libros de ella, que cubren el resto de su vida, no voy a
dudar en llevármelos, más con esta hermosa reedición de “emecé” que encontramos
con mi pareja en la “Feria del Libro”. Un libro que para mi gusto por más que
esté marcado como para niños, no tiene edad, lo recomiendo para que se dejen
enamorar por la chiquilla, y como dijo Mark Twain:
“La más dulce recreación de la niñez que se haya escrito”.
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