Año: 2016
Páginas: 197
Editorial: Anagrama
Mi contacto con este libro fue de sorpresa: me lo
regaló mi tía para mi cumpleaños, como dos meses después. No sabía nada del
mismo, nadie me había comentado nada y solo tenía el título. Ni la contratapa
leí.
Lo arranqué en un viaje a Piriápolis y me llevó un
rato darme cuenta de dos cosas: la primera, que eran cuentos, cuentos que uno podría
considerar “de terror”; la segunda, el impacto casi físico que me generaron
algunos de esos cuentos, ya que mientas leía la sensación de incomodidad y
alerta estaban ahí.
Capáz que el bamboleo del ómnibus ayudó en el
momento, pero igualmente los relatos me siguieron impactando gratamente cuando
los leí acostado o se los relataba a mi novia Ana.
El libro presenta 12 cuentos, 12 historias
diferentes con diferentes protagonistas que viven ya sea en la poblada, sucia
y, muchas veces, oscura Buenos Aires, o ya sea en otras Provincias de
Argentina. La autora es argentina, y eso se distingue claramente en sus
escenarios, en las costumbres y lenguaje de los personajes.
La mayoría de los relatos tiene como protagonistas a
mujeres, desde niñas que juegan en casas abandonadas a mujeres adultas que
luchan en su trabajo, su casa o con su matrimonio. Este predominio femenino
también está en los problemas de sus protagonistas: el desamor, el cansancio de
las relaciones, el abuso, tiene óptica de mujeres modernas. La mayoría de los
hombres que aparecen como pareja tienen actitudes de incomprensión, estupidez o
abuso.
Lo que se cuela en la vida de todos es un costado
siniestro, a veces mágico, casi siempre inexplicable, que trastoca la aparente
calma en la que viven. Algunas críticas hablan de “Realismo Mágico”, pero lo
cierto es que sus personajes saben que las cosas que les pasan no deberían
estar pasando; el problema es que tampoco pueden evitarlas.
Los relatos son en su mayoría cortos, directos, con
un lenguaje rioplatense que no disfraza una “realidad sucia”. En muchos se
puede ver, detrás del relato, que esa realidad es tan siniestra a veces como lo
“sobrenatural” que se presenta: los años de la dictadura, las drogas, mujeres
quemadas por sus parejas, asesinos seriales, la pobreza.
Personalmente, como siempre pasa con los libros de
cuentos, algunos me llamaron más la atención y me llegaron más: “La casa de
Adela” (que me dejó agitado y con los vellos de punta las dos veces que lo
leí), “Los años intoxicados” (un relato salvaje sobre drogas, excesos, pobreza
y juventud), “Bajo el agua negra” (cuento que dialoga con Lovercraft y su
mitología, pero desde las villas-miseria) y “Las cosas que perdimos en el
fuego” (la historia final, fuerte y vibrante, que hace una denuncia sobre la
violencia de género desde la metáfora del título).
El libro me gustó bastante, varios de sus cuentos me
llegaron y me inspiraron a escribir, además de que son de esas historias que
uno puede leer y releer porque sabe que algo más hay atrás en la historia.
Recomendado para todos los fanáticos de lo
sobrenatural, del terror y la literatura rioplatense en general.
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