Autora: Magdalena Helguera
Año: 2015
Páginas: 117
Sello editorial: Alfaguara –
Serie Roja (Santillana)
Conocí a este libro en la reunión
del #clubdelecturaUY del mes pasado, donde gracias a Santillana se presentó la
autora Magdalena Helguera. Ella era motivo de alegría para todos los demás por su
larga trayectoria como cuentista infantil, aunque yo sinceramente no la conocía.
Para engancharnos a todos con
esta obra, la escritora hizo algo que hasta entonces no habíamos visto en el club,
y es que ella misma decidió leer el primer capítulo de su libro; allí el relato
con sus entonaciones cobró vida, y fue muy genial ya que no sé si nosotros le
hubiésemos dado la misma entonación en nuestras cabezas.
En el primer capítulo nos cuenta,
con un relato socarrón, sobre una jovencita de 13 años llamada Fernanda, que está
en las vacaciones de verano; por un error de su madre se despierta bien
temprano, y ella aprovecha para irse a bañar. En medio de su ducha siente a su
perrita Himalaya (quien es motivo de
risas para todos los vecinos del barrio que la comparan con una rata por su
tamaño) ladrar. La pequeña perra ladra por todo, pero cuando Fernanda sale de
su casa se lleva una gran sorpresa, y es que encuentra una caja en el canasto
de la basura.
La primera impresión de Fernanda
es que se tratan de cachorritos abandonados, y por eso Himalaya llora y algo se
queja dentro de la caja, pero su sorpresa es mayúscula al abrirla y encontrarse
con un bebé humano.
Si bien el escueto libro comienza
con una buena dosis de chistes, que quizás estén arraigados en la mano de quien
escribe, acostumbrada a historias infantiles, tras pasar el primer capítulo el
buen humor se pierde, y da lugar a la gran seriedad que necesita la historia.
A través de esta obra la autora
nos pide algo remarcable y es el de generar conciencia: en medio de la
desesperación de Fernanda que está intentando llevar un trabajo casi que
policial indagando entre los vecinos y entre sus recuerdos para encontrar antes
que la propia policía a la madre del bebé, Fernanda nos pide que no pre
juzguemos a la madre, que no la llamemos “madre desnaturalizada” como muchos
dicen con descuido, que meditemos sobre las distintas realidades y situaciones
extremas que la pudieron llevar a tomar una decisión tan drástica.
Si bien el relato está dirigido
en primera instancia para un público joven, creo que es esa clase de libro que todos
lo pueden disfrutar por su narrativa. Aunque si les advierto que sobre el final
resulta removedor y uno termina agradeciendo que el libro sea tan escueto,
porque nos vamos a terminar sintiendo muy impotentes y muy mal por unos personajes que podrían ser
perfectamente reales. La autora nos deja bien en claro los diferentes extractos
sociales y las circunstancias tan variadas que las pueden atravesar, y por esto
creo que esta obra es importante como generadora de conciencia y de empatía
para los jóvenes. Si tienen la oportunidad de leerlo, no lo dejen pasar, porque
vale la pena lo que nos intenta transmitir.
Muchas gracias a
Santillana por el ejemplar.
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