Autora: Helena Modzelewski
Año: 2015
Páginas: 125
Autopublicación, con la edición de Susana Aliano
Casales y apoyo del Ministerio de Desarrollo Social.
Reseña
de Mauro
Este libro lo gané
en un sorteo (y gracias a escribir un microcuento) del #ClubdeLectura.uy luego
de que la editora fuera a presentar el trabajo de su editorial chica pero
constante. Lo elegí para leer por ser corto, y no sabía absolutamente nada de
lo que me esperaba.
Esta obra son las
memorias y reflexiones que su autora, Helena Modzelewski, tiene de un taller de
lectura-escritura que llevó adelante en un refugio diurno para madres y niños
en situación de calle entre 2009 y 2010, concretamente con las madres que allí
se alojaban. Por esto es que el libro recorre
una gran cantidad de historias de vidas que tienen más o menos las mismas
características: la pobreza, el abandono, la calle, el desamor y los hijos.
Ante esta
situación, la autora, que también es profesora, llega para plantearles, a
través de la lectura y la escritura, una
reflexión sobre sus propias vidas, en un intento de comprenderse mejor y
caminar hacia un cambio de vida.
El libro se divide entonces en capítulos que
llevan, casi siempre, el nombre de las distintas mujeres que allí habitan o
trabajan. Esto es importante porque el libro encara las dificultades no solo de ser personas "en situación de calle", sino de las reflexiones sobre sus roles como "madre" y "mujer" que tienen esas mujeres.
“¿Quiénes son estas
personas que no poseen más bienes materiales que la calle, que no han podido
atenerse a una vida “normal”, que no han podido mantener un techo para sus
hijos, vínculos familiares que las ayuden, alguien que las ame tanto como para
encontrar impensable verlas en la calle? Y, sin embargo, escribe como yo
escribiría, comparten como yo comparto y sienten como yo siento… Estoy
perturbada” Página 17
El libro, debo
decir, me pegó duro en el momento. En parte creo que por mis experiencias en la
docencia (sobre todo en algunos centros) son algo similares y me puedo
reconocer en las ganas de la autora, pero también porque el libro tiene algo a
recalcar: no hay patetismo, no hay
dramatismo snob o llantos constantes. Hay, sí, mucho dolor y mucho de sentirse
interpelado.
Y es que aquí no se
viene a plantear una historia cerrada o una peli hollywoodense donde todos
terminen saliendo adelante. En eso es bastante real y, al ser en Montevideo, en
mi país, pero con problemáticas similares en varios lados, uno puede reconocer
que las personas son las que vemos a diario en la ciudad.
“A veces no me
gusta ir al refugio. Hoy, por ejemplo, no parece ser un buen día. Voy un poco
descorazonada. A veces me ocurre. Me siento indigna de mi casa, de los domingos
en que mis hijos haraganean en sus camas, de mi perro. Por eso no les llevo
cuentos para leer hoy. Quisiera que profundizaran en los proyectos que han
escrito hace una semana” Página 45
Personalmente, me
parece que el libro está bien escrito, es ágil, dramático sin ser patético,
fuerte sin ser desagradable. Sin embargo, el final es muy abrupto (pero real) y
uno queda con muchas dudas e interrogantes sobre la gente que, más allá de los
sobrenombres, estaba en ese refugio.
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