miércoles, 5 de septiembre de 2018

Diario de la guerra del cerdo - Libro




Autor: Adolfo Bioy Casares
Año: 1968
Sello editorial: La Nación
Páginas: 205

-Reseña de Mauro-

Isidoro Vidal, mal llamado por sus amigos “Isidro”, es un jubilado que vive con su hijo en una pensión del Buenos Aires de mediados del siflo XX, y será el protagonista y cuasi-narrador de los terribles días de finales de Junio y principio de Julio cuando los jóvenes salgan a la caza (literal) de los viejos de la ciudad.
En el medio, Isidoro y su grupo de “Muchachos” (que también son veteranos como él) tendrán que ir sobreviviendo y enfrentándose a la realidad de que ahora son considerados como “viejos” por los jóvenes.
En el transcurso de esos días, Isidoro corre y recorre la ciudad, visitando amigos, escapando de jóvenes, escondiéndose cuando sea necesario, yendo a velorios y hasta encontrando un amor, mientras reflexiona sobre su propia vida de padre soltero, la vejez, la juventud, la amistad y la muerte.

El término muchachos, empleado por ellos, no supone un complicado y subconsciente, propósito de pasar por jóvenes, como asegura Isidorito, el hijo de Vidal, sino que obedece a la casualidad de que alguna vez lo fueron y que entonces justificadamente se designaban de ese modo. Isidorito, que no opina sin consultar a una doctora, sacude la cabeza, prefiere no discutir, como si su padre se debatiera en su propia argumentación especiosa. En cuanto a no discutir, Vidal le da la razón. Hablando nadie se entiende. Nos entendemos a favor o en contra, como manadas de perros que atacan o repelen un circunstancial enemigo” Página 9.

El Autor -Fuente-
Bioy Casares construye un Buenos Aires de mediados de siglo desde los barrios más populares, con conventillos, bares en la esquina que son punto de reunión, panaderías que te reservan los bizcochos y la cancha los domingos, pero que claramente tiene una fractura entre jóvenes que se niegan a crecer y “viejos” que no quieren ser jóvenes, pero se niegan a ser tomados como envejecidos.
Isidoro vive, como la “guerra”, dividido entre sus dolores de la edad y sus deseos por una chica joven, descubriendo a cada día cosas nuevas de sí mismo y de sus amigos. La “guerra” trastoca las costumbres de los personajes, y la historia, leída desde el hoy, se asemeja mucho a los comienzos de los movimientos neonazis


Secretamente el hombre es un chico disfrazado de persona grande. ¿Eran así todos los demás? ¿El mismo Leandro Rey era un chico? Sin duda, Leandro lo engañaba a él, como él engañaba a los otros.” Página 32.

Me había comprado este libro hace unos años en una Feria del Libro porque el autor siempre me había interesado (amigo y co-escritor de Borges), pero lo había dejado sin leer mucho tiempo. Lo agarré por ser cortito, pero también por la idea, y debo decir que es de lo mejor que vengo leyendo en el año.
Bioy Casares tiene la profundidad de las reflexiones de Borges, pero desde cosas que parecen ser más “comunes”, más cercanas: los amigos, la familia, los amores cotidianos. El propio autor comenta que escribió el libro cuando empezaba a sentirse “viejo”, pero todavía con energías.

Bioy Casares y Borges
Fuente

Yo, que todavía me considero joven, me sentí interpelado en parte por Isidoro y sus “muchachos”, ya que en todos ellos reconocía algo que quizás me pasaba a mí, y otras cosas que seguramente me van a pasar en unos años, desde el cansancio al desazón frente a los cambios y la velocidad de los más jóvenes. Si ya lo siento con los adolescentes que apenas son una generación menor, ni imagino con los otros.
Lo que si el libro nunca va a pintar una visión dorada de la vejez; es más, más bien la ataca, la ridiculiza y sus personajes le huyen a cada paso. Sin embargo, tanto Isidoro como los otros deben terminar aceptando la realidad del cambio generacional, de la “guerra” que se lucha y de lo irremediable del paso del tiempo.
Un gran libro, recomendado para todos aquellos que quieran empaparse de cómo se vivía (¿y se vive?) aquella década de los 60’ (y sobre todo, aquel casi mítico año del 68’, con el Mayo Francés y los movimientos estudiantiles en Latinoamérica), pero también para reflexionar sobre la propia vida humana y el paso del tiempo.

A través de esta guerra entendieron de una manera íntima, dolorosa, que todo viejo es el futuro de algún joven ¡De ellos mismos, tal vez! Otro hecho curioso: invariablemente el joven elabora la siguiente fantasía; matar a un viejo equivale a suicidarse.” Página 180.


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