En algunas oportunidades tenemos clásicos esperándonos que lo leamos por años, buscamos una excusa para finalmente encontrarnos. Eso me pasó con este librito, que gracias a que salió bajo la consigna “el mes de la nostalgia” del #clubdelecturaUY lo leí.
La historia nos introduce a un niño de 5 años llamado Zezé; él vive en Brasil, en lo que probablemente fuera la década del ‘20 en Río de Janeiro. Zezé es un niño de una familia pobre, que tiene mucha imaginación, le gusta cantar, y hace numerosas travesuras por las que recibe sus castigos cuando salen a la luz.
Con 5 añitos es un niño muy avispado; algunos niños se ven obligados a “crecer” muy rápido por el contexto familiar, o por una enfermedad, en el caso Zezé es por las dificultades económicas que comienza a atravesar su familia: comprende que son pobres porque su padre perdió el empleo, mientras que su madre y su hermana mayor se vieron obligadas a trabajar en un fábrica para mantener a la familia. Él entiende que su familia se va a privar de muchas cosas que fácilmente consiguen otros vecinos, y que todos tienen que trabajar para salir adelante.
Aún así es maravilloso como en el relato se siente la ternura de Zezé, uno puede imaginarse su voz cuando canta, lo adorable que es cuando cuida a su hermano menor “El rey Luis” (a quien adora con locura), y juntos pasean en el jardín imaginando que están en un parque zoológico. También tendremos la famosa planta de naranja-lima, que será el principal amigo imaginario de Zezé a quien le contará todas sus travesuras.
Es un libro que toca la fibra sensible del lector, más cuando nos damos cuenta de que este libro es autobiográfico y es nuestro propio autor quien nos cuenta las dificultades que vivió en su infancia. Cabe advertir al lector que es un relato que nos habla de la pobreza tanto monetaria como afectiva, y así como los momentos tiernos que vive Zezé con su tío, su hermanito Luis y su hermana Gloria los apreciamos como si los viviéramos en carne propia, los momentos más duros nos llegan a horrorizar ya que los castigos por las travesuras de Zezé van escalando.
Mucha gente lloró con el final; creo que lo que más queda es el impacto final del relato, el saber que esto fue lo que vivió el autor y las emociones que nos deja al cierre son las que más nos marcan de toda la obra. Es un libro que tiene sus partes duras, pero no quiero que salgan espantados porque así como le encontré el dolor, también le encontré lo tierno, lo maravilloso que es el relato en sí, que juega con la nostalgia del autor. Adoré este libro, que con lo bueno y con lo malo, representa una imagen de la época, de los duros años ‘20, y hay que posicionarse desde allí para apreciar el relato. Nuevamente les digo que no le tengan miedo porque es un clásico maravilloso que super recomiendo leer y es tan cortito que se lee tranquilamente en un par de días, y tranquilos que al ser tan cortito no les conté todo y les quedan personajes y situaciones por descubrir.